domingo, 28 de febrero de 2016

Lo inanimado

Boris Karloff como Frankenstein
El ser humano siempre ha tenido deseos de endiosarse. Poder. Vida eterna. Dar vida. El artista, en todas sus posibles creaciones, usa sus obras para tratar de contentar a las tres. En el caso del escritor, es la pluma la que da poder, la que busca perpetuar la vida y también generarla. Maravillosos personajes son ya inmortales en el colectivo lector, desde Gregorio Samsa hasta El Lazarillo, pasando por Raskólnikov, Úrsula Iguarán o Frankenstein, entre otros cientos. 

Pero no solo de personajes tiene por qué vivir un escritor. ¿Qué pasa con los objetos que nos rodean? Esta semana volamos sobre esta idea, proponiendo que sus historias estén rodeadas de seres inanimados con vida. Juzga con tus propios ojos, pero verdaderamente estos chicos tienen madera de escritor.

EL ESCAPE

En una bolera un hombre gordo estaba a punto de tirar:
– ¡Que viene! – dijo un bolo.
– Esta vez no – pensó  la bola de bolos.
Entonces, cuando estaba a punto de darle a los bolos, saltó y rompió la ventana.
-¡Yupi, lo conseguí! Ahora solo tengo que saber dónde está el baño, pero primero tendré que pasar por el centro comercial – dijo la bola.
Por el camino, sin querer, pisó un chicle.
– Me da que algo se me ha metido en la nariz – dijo la bola.
– O mejor, dicho a alguien – dijo el chicle.
La bola estornudó, se disculpó al chicle y le preguntó dónde estaba el baño. Le dijo que estaba al lado del ascensor y que no había nada o nadie que me pudiera ceder el paso. Finalmente llegó y se tiró por el retrete, y alcanzó alegremente el mar.
Stanislav Yaruchyk



CHORIZO DESCUBRE LA VERDAD

En una pequeña granja de Segovia moraba un joven chorizo. Este provenía de una antigua familia de honrados cerdos de bellota. Un día, mientras descansaba sobre su cuerda, pensó en por qué no había podido tener el privilegio de conocer a su padre. En la escuela le contaron que llegaban al mundo porque una gaviota les llevaba a casa del granjero. Si no, habría aparecido en la botella de vino de la despensa. Pero nunca creyó que sería como lo vio por la ventana: ¡mataban a un gorrino y nacía un indefenso choricito!
Samuel Castellanos



LA HISTORIA DE LOS OBJETOS VIVIENTES

Hola, mi nombre es Gabriel Quesada Lobo y hoy es 6-4-2016, eso quiere decir que hoy cumplo 13 años y va a ser el mejor día de toda mi vida. Me mudé hace 5 meses por la muerte de mi padre y en esta ciudad me hice muy amigo de un banco llamado Braun. Lo conocí en el patio, me senté en él y me gritó diciendo:
– ¡Qué confianzas son esas! Si te quieres sentar utiliza un banco que sirva para ello, no yo, que soy un ser vivo.
Yo le pedí mil disculpas porque era nuevo en la ciudad. Me explicó lo que sucedía y desde ese mismo instante nos hicimos amigos del alma.

Bajé a desayunar y una escoba estaba haciéndome tortitas, pero no me felicitó y le pregunté dónde estaba mi madre y me contó que tenía que irse a trabajar porque había sucedido otro asesinato. Yo, decepcionado, desayuné y me fui al salón y me senté en el sillón  que se levantó del suelo y se dirigió al colegio. Ah, no os lo había dicho: mi chófer es un  sillón de color verde apagado y muy roto. En el colegio nadie me felicitó y yo no sabía por qué, ya que semanas antes lo había dicho unas mil veces. En clase de Lengua mi profesor d. Daniel, que era una pizarra, me dijo que fuera a por una tiza. Yo miré a mi amigo Braun a ver si me miraba para felicitarme, pero no hizo nada. Me levanté de mi pupitre y  me dirigí  a la sala de profesores. Al volver estaban las luces apagadas y las persianas bajadas. Encendí las luces y todo el mundo gritó: "¡felicidades Gabriel!". Allí vi a mi madre, mi amigo Braun y a todos mis amigos.
Gabriel Quesada

EL JABALÍ Y EL COCO

Un coco vivía en una isla donde no solía pasar nadie. Un día pasó por ahí un jabalí y envistió el árbol en el que se situaba. Le dio con tanta fuerza que el coco fue atraído por la gravedad hasta el suelo.
– Lo siento – dijo el jabalí. No vi tu árbol.
– No pasa nada – dije yo.
Y de tanto hablar casi se secó. El jabalí ahora viene siendo su mejor amigo.
Luego se terminó de secar y el jabalí lo cortó por la mitad y se hizo un sombrero.
– Que tontos estos cocos.
Gonzalo Pérez

EL LÁPIZ DEL COLEGIO

Luis tiene que ir hoy a la escuela porque es viernes. Al menos, es el último día de colegio de la semana. Nada más llegar al edificio de ESO se escapa y sube corriendo las escaleras del edificio. Es muy temprano y aún no han entrado los demás compañeros. Quedan diez minutos para que entren todos los niños. Entra en la clase, deja su material de estudio en el casillero, baja la silla de su mesa y se pone a observar la clase vacía. De repente, escucha un ruido en el cajón de la mesa del profesor. El cajón se abre de golpe. El ruido provocado llama la atención de un profesor que está en el despacho. El hombre sale del cuarto y se dirige hacia la puerta de la entrada de la clase de Luis. Se da la vuelta y sigue con su trabajo. Luis echa una ojeada al cajón. Dentro hay un lapicero con patas y brazos. Los órganos miden tres centímetros. Lo coge y piensa que estaría soñando o viendo visiones. Pero no era así. El lapicero se pone a hablar tan alto que Luis lo tiene que meter en el mueble para que no haga ruido. Después lo vuelve a coger y lo tira a la basura.
Juan Gómez Villa
  

viernes, 19 de febrero de 2016

¡Que son molinos!

Esta semana estamos de celebración. Como me encuentro incapaz de decir nada original y recurrente sobre el gran Miguel de Cervantes, mejor parar la pluma, y que los 400 años del fallecimiento del escritor y creador del caballero de la triste figura hablen por sí solos. 
Don Quijote y Sancho, Picasso, 1955

Nuestros chicos conocen poco al autor y su obra, y poco podemos mostrarles nosotros ahora de Cervantes. El lenguaje se les hace extraño, pero la historia del Quijote les resulta cómica.
Para romper el hielo, recurrimos al Capítulo VIII de la Primera Parte. Sí, la famosa escena de los molinos. Después de leerla con ellos les proponemos que se pongan en la piel del pobre Sancho y que traten de redactar la misma escena desde el punto de vista del escudero. 
Pues… Estos chicos cada día se superan más.


JUAN DIEGO (2ºESO)
Seguíamos viajando. Todavía me culpaba de haber aceptado. De nuevo, mi amo tuvo otro arranque de “locura” creyéndose que unos molinos eran gigantes. Fue así:
-¡Gigantes, Sancho, gigantes! -dijo la regadera que tenía al lado.
-Los clasificaría como molinos comunes –dije yo, que estaba harto de ese descerebrado.
-Piensas poco Sancho pues Frestón me los ha enviado para matarme – ya estaba teniendo una de sus salidas- Iré a atacarles.

GABRIEL QUESADA (1º ESO) 
Mi fiel compañero, que estaba como una regadera, estaba mirando unos viejos y simples molinos y el muy loco me dijo que eran gigantes. Tiene narices. Pero eso no es todo, sino que también me dijo que si tenía miedo me apartase. Yo le dije que no se acercara a las aspas del molino o lo iba a lamentar. Pero como bien lo sabe Dios el muy ‘tolai’ fue a cavar su propia tumba. Alzó su lanza y se dirigió al supuesto gigante, pero en cuanto se acercó demasiado su lanza se partió en dos pedazos.
– ¡Ah! – grité.
Fui a por él y le dije que estaba loco y que eran  unos malditos molinos del diablo. Mi irritante compañero se volvió más loco de lo que ya era de por sí; y de la desesperación me tiré por el barranco más cercano.


DIEGO RODRÍGUEZ (4ºESO)
De pronto divisamos, a pocos pies de nuestros seres, entre treinta y cuarenta molinos; aquí en un prado de las tierras de la Mancha. En esta situación mi señor dio muestra de su grave locura:
- Amigo Sancho, las peligrosas aventuras aparecen en lugares inesperados, en lugares inesperados.
- Perdone.
- Sí, mi fiel escudero. Gran servicio haré al que es más que cualquiera, al cual llaman Dios, arrasar con mi lanza la miserable existencia de esos gigantes.
Le intenté explicar, con cierta calma, que aquellos sus gigantes eran, para el resto de la existencia humana, no otros que simples molinos.
- ¡Sancho, Sancho! ¡Gigantes! - exclamó el hidalgo con los ojos fuera de sus órbitas.
Miré hacia donde señalaba. Molinos de viento. Le tenía un poco de compasión así que le seguí la corriente.
Visto en https://goo.gl/BR5Tnf
- ¡Oh, no! ¡En verdad no me agradaría en absoluto que esos inmundos se nos acercaran!
Desde mi posición de retaguardia pude comprobar como el manchuriano esbozaba una sonrisilla de sensación de superioridad y quizá hasta de compasión hacia mí.
- Ciertamente estos gigantes inspiran un gran terror, amigo Sancho, mas nada temas, ya que con esta lanza venceré a estos titanes hijos de Cronos.
Seguidamente después de estas palabras se le calló la lanza torpemente. Como si no hubiera pasado nada, bajó del caballo y la recogió. Apenas podía contener la risa. En todo caso, le metí prisa para terminar de una vez. Forcé una cara descompuesta y exclamé fingiendo terror:
- ¡Los gigantes! ¡Se preparan para  embestir!
El hidalgo se volvió rápidamente, y se preparó para embestir contra los molinos. Este tío es increíble. Se lo cree de verdad.
- ¡Por Dulcinea!
Después de estas palabras, finalmente embistió contra los inocentes molinos. Las galopadas de su lánguido corcel, Rocinante, eran débiles. A cada mínimo esfuerzo el pobre caballo resoplaba bajo el peso del altanero caballero. De alguna manera consiguieron llegar hasta el molino más cercano, el cual seguía girando con toda naturalidad. Con un grito de guerra el hidalgo clavó su lanza en un aspa, lo que le llevó volando por los aires. Maltrecho quedó cuando se estampo como un saco de arena contra el suelo. Otra vez tendría que ayudarle. Troté con mi mula rápidamente hacia él. Rápidamente llegué donde estaba.
- ¿Estás bien?
- No te preocupes escudero, ley es que los caballeros no nos quejemos. Me duele mucho.
El hidalgo se quedó pensativo algunos instantes. De repente su rostro se iluminó.
- Claro, se me hacía extraño el hecho de que, creyendo que me había chocado contra el más fiero de los gigantes, cuando he levantado la cabeza me he dado cuenta de que la sombra bajo la que me encuentro es la de un molino.
Le miré con extrañeza. ¿Podría ser que con el golpe del molino, haya recuperado la cordura?
- ¡Maldigo a ese malnacido de Frestón, que sabiendo que sus gigantes nada tenían que hacer contra mí, los ha convertido en el último instante en molinos!
Rápidamente mis esperanzas se esfumaron con la misma rapidez con la que habían venido. Seguidamente, el manchuriano se levantó quitándose el polvo de los muslos.
- Vámonos de aquí, tengo que conseguir otra lanza. Vámonos al bosque
No sabía por qué le seguía. Otra locura comenzaba.

STANIS YARUCHYK

Íbamos caminando cuando de repente  dijo  don Quijote  que mirara  a lo lejos. Me contó que iba a enfrentarse a más de 30 gigantes. Le pregunté qué gigantes, porque  no los veía.  Me contestó diciendo que eran de casi dos leguas. En seguida me di cuenta de que no eran gigantes sino grandes molinos y lo que parecían manos eran grandes aspas. Pero me ignoró, porque estaba tan dispuesto que no oía mis gritos. Cuando llegó al primer molino lanzó su lanza, que con el fuerte viento la hizo pedazos llevándose consigo a don Quijote  y a su caballo Rocinante. Fui a ayudarle, lo monte a lomo de su caballo. Entonces dije que ya era hora de comer. Pero don Quijote me dijo que comiese cuando quisiese.  Esa noche dormimos entre árboles y don Quijote le desgajó una rama que le sirvió como lanza.

martes, 16 de febrero de 2016

El diálogo como ¿resolución de conflictos?

Conseguir diálogos efectistas en una narración suele ser una piedra de choque para todo escritor. Lo normal es tender a reproducir largas conversaciones, como si de la vida real se tratara. Como si eso atrajera al lector.

Nosotros hemos optado por dar voz a los protagonistas del siguiente corto de Pixar, El hombre orquesta

Y aquí las ingeniosas creaciones de nuestros alumnos. 

JUAN GÓMEZ VILLA (1º ESO)
En la plaza de un pueblo, una niña pequeña está dispuesta a tirar una moneda al agua de una fuente. Un músico con demasiados instrumentos toca una marcha demasiado rápido. En el momento en que la niña va a tirar la moneda al agua, el músico toca demasiado alto para que la niña lo vea. La niña se acerca donde está el músico.
– ¿Qué canción quieres que te toque? – preguntó el músico.
– Lo que quieras.
De pronto, apareció un violinista y se puso a tocar.
Los dos músicos se pusieron a tocar a lo loco. La moneda se escapó de las manos de la niña y acabó cayendo a una alcantarilla.
– Esto ha pasado por vuestra culpa. Dame uno de tus violines – le dijo al violinista.
Le dio uno y se puso a tocar. Nada más pasar un segundo, un saco de monedas cayó en el suelo.
Del saco sacó dos monedas. Se las enseñó. Los dos músicos se acercaron entusiasmados. Y, de repente, la niña tiró al agua las dos monedas.


STANIS YARUCHYK
Una niña pobre tenía su única moneda que encontró debajo de una piedra. Ansiosa, quiere tirar la monada a la fuente y pedir un deseo. De repente escucha un sonido:
– Hija, echa una moneda al pobre John.
Cuando la niña está a punto de echar la moneda escucha una extraña música.
– Cariño, haz feliz a Mike.
Compitiendo entre los dos empiezan a tocar.
– No sé a quién darle la moneda.
– A mí.
– No, a mí.
Entonces se le cae la moneda por la alcantarilla. Enfadada le dice que le den el violín y empieza a tocar. En seguida le dieron un saco de monedas y ella lo echó a la fuente.   


GABRIEL QUESADA (1ºESO)
Nuestra historia comienza en un pueblo fantasma. un músico intenta conseguir un poco de dinero y ve a una niña que va a tirar una moneda a la fuente y el hombre dice:
– Niña, no desperdicies esa moneda. dámela a mí.
De repente, un violinista dice con mucho orgullo:
– No se la des a ese patán – dámela a mí, que toco violines.
El hombre, que se negaba a perder su primera moneda en semanas, dijo:
– No, a mí.
Empezaron una gran disputa:
– Que no, a mí.
– No, a mí. Yo la vi primero.
la niña se asustó tanto que se le resbaló la moneda y gritó a cuello 'pelao'.
– ¡Mi moneda!, se me ha caído la moneda por la alcantarilla.
La niña, que sabía perfectamente que no se iba a quedar sin su moneda, dijo:
– Dadme una moneda.
El hombre, muy temeroso, por lo que podría ocurrir dijo:
– Yo no tengo.
Pero la niña no se rindió y dijo al violinista:
– Y tú, ¿tienes una moneda?
Y el violinista dijo:
– No, yo no tengo dinero.
La niña dijo que le dieran un violín.
El hombre cogió uno del violinista y se lo dio.
– Toma.
La niña se dio cuenta de que no estaba afinado. La niña lo afinó y empezó a tocar, y al segundo le dieron un sacó de monedas. Cogió dos monedas para dar envidia y se las puso en la cara.
– Tomad, ¿queréis dos monedas?
Los hombres con sed de dinero dijeron a coro:
– ¡Sí!
La niña con malicia las tiró a la fuente.
Y los hombres, con fastidio, dijeron:
– Jo.

viernes, 5 de febrero de 2016

¿Qué hay detrás de un chiste malo?

Va una canica y vuelca.
Va un caracol y derrapa.
¿Sales minerales? No, estoy castigada.
Era un hombre tan alto, tan alto, tan alto que se comió un yogur y le caducó en el esófago.
Era un hombre tan pequeño, tan pequeño, tan pequeño que bajaba los escalones con paracaídas.

Tan sencillos como malos, un sin fin de chistes pueblan la geografía española. Qué sería de los de Lepe sin este deporte nacional.

Los miembros de Camina y escribe hemos decido buscar al otro lado de la risa. Teniendo como premisa algún chiste fácil hemos imaginado y reconstruido una historia en torno a él. Algunas son más desternillantes que los propios chistes.


ESOS LOCOS BAJITOS

Al despertarme esta mañana, el sol me cegaba los ojos y me tuve que tapar la vista con la mano. Mi madre se asomó por las escaleras y dijo:
-   Gabriel, Fátima, bajad inmediatamente a desayunar o si no os vais a enterar.
Corrimos los dos con rivalidad para ver quién bajaba antes. Naturalmente gané yo y mi hermana se picó y me dijo que iba a ser pequeño, que me iba a encontrar con una canica y que gritaría: “el mundo está en mis manos”.
Yo me reí en su cara y creo que por eso el karma me castigó con volverme del tamaño de una hormiga. Si por mí fuera no repetiría la experiencia. Estuve yendo a un sicólogo durante tres largos y duros meses. 

Gabriel Quesada, 1º ESO


EL HOMBRE MÁS ALTO

Era un hombre tan alto, tan alto, que cuando se comía un yogur caducaba al llegar al estómago. Entonces como veía que era grave fue a ver a  su cirujano. El cirujano le dijo que tenía solución, pero que tenía que  operarle de muchas cosas. Cuando le estaban a punto de operar le pregunto si era experto, pero la contestación fue: “sí, llevo operando dos años, pero conseguí el carné  en un paquete de cereales y no ha sobrevivido nadie”.

Stanis Yaruchyk, 1º ESO


LA LLAMA

En primavera siempre vamos al zoo y mañana sería el día. No podía dormirme, estaba demasiado nervioso para conseguirlo. Me encantaba cuando pasábamos todo el día de aquí para allá viendo animales. Cundo por fin pude, tuve un sueño muy extraño. Trataba de un incendio y sospechaban de las llamas, ¡pobres animalitos!

Por la mañana se lo expliqué a mi madre y me dijo que  seguramente serían las llamas de fuego.
Ah… ¡menos mal!

Samuel Castellanos, 2º ESO


TIEMPO AL TIEMPO
      -  Mira mamá!
La nieve caía sin parar. Los copos blancos resbalaban en la ventana, mientras que en las aceras se iban amontonando, cuajando, provocando una estampa que hacía tiempo no recordaba.
A pesar del día frío de aquel cinco de enero de 1945, no tardamos en enfundarnos guantes, gorros y bufandas para salir a disfrutar de aquel espectáculo. Todo el vecindario era una algarabía incontrolada e impensable aquellos días. El sonido de las metralletas y de los aviones volando bajo, fueron sustituidos por carcajadas y bolas de nieve golpeando sobre aquellas caras que creíamos insensibles. Hubiera congelado el reloj en ese instante. Pero el tiempo no entiende de sentimientos.
La cola para cambiarnos y mojarnos con un poco de agua caliente solo era aligerada por los gritos de nuestra madre, que ya nos enfilaba hacia el salón con la sopa preparada. Mientras mis hermanos terminaban de vestirse, los pequeños adecentábamos la mesa, antes de que nuestra comenzara a refunfuñar, exigiendo diligencia a la par que rapidez, observando todo desde su silla presidencial. Sin embargo, había abandonado su lugar de privilegio para seguir observando las dos enormes bolas de nieve que conformaban nuestro improvisado guardián. Tampoco me hubiera importado detener el segundero. Pero no había respiro para el tiempo.
Sí, es verdad, era noche de Reyes; pero hacía tiempo que la magia había sido borrada de nuestras conciencias.
***
El despertar del 6 de enero fue innecesariamente violento: mi hermana pequeña me sacó de la cama a tirones, hablando tan rápido que no podía entender nada, y menos a esas horas en las que ni el sol había llegado a su puesto. A trompicones y golpeándome con todo lo que encontraba a mi paso, fue mi hermana despertando a los demás, liderando la avanzadilla hacia el salón y llevándose el dedo a la boca para que guardáramos silencio. Acto inútil, pues el frío hacía que nuestros cuerpos y nuestras mandíbulas se moviesen a todo velocidad, en un intento vacuo de entrar en calor.
Creía seguir soñando cuando vislumbré aquellos paquetes, regularmente envueltos, acaparando el salón. Nos quedamos paralizados, como si al dar un paso al frente fuera a romper toda la magia
- ¡Felices Reyes Magos!
La voz de nuestros padres al unísono nos sobresaltó, pero nos quedamos en el sitio. Tuvieron que empujarnos y poner cada regalo en nuestra mano. No recuerdo muy bien todos los regalos, salvo el lazo rojo para el pelo de la pequeña, o el estuche de pinturas de colores para el pintor de la familia. La verdad es que estaba demasiado absorto en la pequeña bolsita de tela marrón, cerrada con un fino cordel, que quedó en mis manos al destrozar el envoltorio.
Ábrela.
La sonrisa de mi madre era la definición de amor. Todos me miraban, expectantes, mientras desataba el pequeño nudo. No pude controlar la emoción y una de las tres canicas se me escapó entre los dos, rodando hasta los pies de mi hermana.
¡Mira mamá! Su canica ha volcado.

Nos reímos durante un buen rato, menos ella, que no acababa de comprender.

Daniel Pernudo, profesor

lunes, 1 de febrero de 2016

Escritura... ¡a cinco manos!


visto en http://goo.gl/4146ZY
Habitación a media luz, bien por un ventanuco, bien por una bombilla triste y cenital. Humo, probablemente, de pipa aromando el cuarto. Papeles garabateados esparcidos en un rincón. Escritorio básico, envejecido por el paso de capítulos. Máquina antigua de escribir, pluma clásica u ordenador portátil. Y estanterías llenas de libros. 

Siempre he creído en el escritor como un ser solitario, metido en este paisaje tan particular Pero aquí estamos para descubrir nuevos mundos. Esta semana planteamos un juego con las siguientes reglas:

1º Tienes tres minutos para escribir.
2º Tiene que aparecer, de alguna manera, una palabra clave que digamos en alto.
3º Pasados los tres minutos, pasarás lo escrito al compañero de tu derecha para continuar tu historia, volviendo a la regla uno.

Nuestros artistas en ciernes se lo pasaron en grande, creando y recreando historias propias y de otros. Un simple juego que sirve para empezar a descubrir el estilo narrativo de cada uno.

Aquí dejamos algunas de sus composiciones. En negrita, las palabras clave.


UNA MUERTE DOLOROSA

Un día Mario se dio cuenta de que su padre escondía un gran secreto. Como era astrólogo, veía que el sol crecía cada día más y eso aumentaba la radiación solar. Había que encontrar una solución (Stanis Yaruchyk). Debía irse al espacio en una nave espacial y quedarse allí hasta que muriera, porque no tenía oxígeno. En la nave tenía que escribir un manuscrito sobre lo que le ocurriera durante su estancia en la máquina (Juan Gómez). Menos mal que tenía medicinas de una botica que le permitirían vivir unas horas más. En el espacio se dio cuenta de que su vida era miserable (Borja Luengo), pero, desgraciadamente, algo más había desertado de la Tierra con él. Una presencia maligna, un espíritu. Mario estaba paranoico. No podía dormir por las noches. Sentía que algo le observaba. Pero, cuando se daba la vuelta, desaparecía. Él lo sabía. Sabía que había algo en la nave. Algo que le perseguía. Y sentía que estaba esperando una oportunidad. Una oportunidad para llevarse su alma y deshacerla. El espantapájaros (Diego R. Atienza) come humanos, fatigado como estaba Mario, se derrumbó y lo pilló... matándolo (Gonzalo Pérez).



LA BATALLA INTERGALÁCTICA

Los Daleks retrocedieron hasta la gran mancha solar. Podíamos ganar. Al unísono, toda la infantería avanzó por la caliente superficie del sol. Una suerte haber desentrañado el secreto de la alta temperatura a tiempo. Gracias a los nuevos uniformes, un ser humano era capaz de aguantar hasta la temperatura superficial del sol. Una vez que las unidades llegaron al punto, los Daleks comenzaron a preparar "algo" (Diego R. Atienza). Ese "algo" les permitiría ir de una parte de la Tierra a otra. Los datos estaban manuscritos y era muy difícil saber qué era qué. Al final, un descifra-códigos había hallado la solución en una botica (Borja Luengo). Pero el descifra-códigos era un traidor y un farsante que no hacía más que comprar torreznos (Gonzalo Pérez) en el chino de la Cuarta Estela Dorada, manchando los manuscritos de Obi Juan Yunobi. Este traidor hacía menos que un espantapájaros en una autopista (Samuel Castellanos). Entonces llegó Han Solo con Chewbacca, Rompe Ralph, Snoopy, Sonic, y Gandalf. De lo gordos que estaban, el Halcón Milenario se hundió. Perdimos la batalla. Todos morimos (Juan Diego).



EL CALABOZO

Iba caminando bajo el tímido sol de la mañana mientras recordaba lo ocurrido en las últimas semanas. Cosas que aún no me parecen reales (Samuel Castellanos). La niña con la cara sin piel y oscura, el manuscrito, los gritos... y seguía encerrada en aquel calabozo, con una brecha y una herida en la pierna que todavía sangraba (Juan Diego). La niña necesitaba ir a la botica para comprar pastillas para su locura y hierbas para curarse (Jorge Radlowski). Entré en el calabozo. De repente los gritos cesaron. Antes de poder encender la linterna me choqué con una especie de espantapájaros colgado del techo. Descubrí que la pobre había acabado con su sufrimiento... (Fco. Javier Gandía)