jueves, 31 de marzo de 2016

La tienda de palabras olvidadas

"Según los expertos, utilizamos unas 2.000 de las casi 94.000 palabras que tiene la lengua española". Así comienza el vídeo de Proximity, una agencia de comunicación española que ha abierto la tienda de palabras olvidadas, con la idea de no perder vocablos y, por ende, no perder capacidad de pensamiento. Pero ojo, aquí nadie se lucra, económicamente hablando. Cuando compras una palabra, tu obligación es compartirla en las redes sociales.

Con esta premisa, nuestros alumnos han elegido 3 o 4 palabras de la tienda para crear una historia. Y esto es lo que ha quedado.

De cómo me convertí en guerrero

Habían pasado dos semanas después de que ocupasen nuestro pacífico pueblo. El invierno se acercaba y las nieves habían cubierto la plaza. La hecatombe había dejado innumerables cadáveres que yacían debajo del manto blanco. Los viejos guerreros de la ciudad habían organizado una resistencia ofreciéndome un puesto. Yo había bajado al sótano de mi casa, que era más bien un refugio después del incendio causado por los bárbaros del sur. Encontré cachivaches que en su tiempo fueron alhajas que habrían valido un potosí. Cogí una cota de malla, un yelmo de oro y plata chamuscados. Vi que algo relucía en la esquina. Me acerqué y vi que era una espada de acero con empuñadura de oro que había sobrevivido al incendio. A su lado, yacía una caja llena de monedas de oro, también intactas. Enseguida fui a la casa en ruinas del jefe de la resistencia y le conté el hallazgo. Me dijo que la batalla por la ciudad había empezado. Me hizo dirigir la vista a una dirección y vi ardiendo el edificio principal donde se habían asentado los sureños. En efecto, la batalla había empezado.

Juan Diego-Pérez (2º ESO)

¡Al ladrón!

En una joyería del Templo Dorado, en Harmandir Sahib, un ladrón enmascarado robó la alhaja más valiosa de la India. Consiguió un robo fetén en cada escenario, dejando pistas. Mishka, un hombre cualquiera y bravucón, quiso investigar el caso por su cuenta. El primer día investigó en el  Taj Mahal, el segundo,  en el Hawa Mahal y el tercer día fue a investigar en el Templo de Loto, cuando a un hombre le dio un patatús. El ladrón le había dormido. Persiguiendo al ladrón, entró al Templo Dorado con gentileza, quitándose los zapatos. Tras un largo tiempo persiguiéndole lo alcanzó y lo atrapó. ¡Era un dandi, su padre!

Stanislav Yaruchyk (1º ESO)


Un zoquete

Me llamo Raúl y tengo 17 años. Un buen día estaba en el cole y me llamaron zoquete. Lo busqué en el diccionario y ponía: persona fea y de mala traza, especialmente si es rechoncha. Me quedé pasmado pues me creía en buena forma, así que para mostrarles que no era zoquete decidí comerme dos empanadas seguidas. Tras una dura sesión matinal, pensé que me había adamado de esa comida meliflua. Pero en realidad solo había entelequia. Así que me resigné a ser un zoquete; pero algún día volvería. Sayonara baby.