Alguien escribió antes del siglo XXI

BABBIT

Las torres de Zenith se alzaban sobre la niebla matinal; austeras torres de acero, cemento y piedra caliza, firmes como rocas y delicadas como varillas de plata.
Caminé entre los solitarios y tristes escombros de una ciudad ya muerta. Aquí y allá aparecían escombros de diferentes tamaños, y a los lados de vez en cuando surgían soberbias columnas que delataban una eminente grandeza pasada. Las sombras se escondían y volvían a aparecer, con un deje siniestro que fomentaba una inquietud asfixiante. Sentías que el lugar te espiaba, como un muerto cuya presencia misma te inspira culpabilidad. El silencio era tal que se podía cortar con un cuchillo. De repente, se oyó un sonido que rasgó la tensión del silencio. No miré a su dirección: la sequedad del ruido delataba la caída de una piedra de más o menos poco tamaño. No obstante, me preparé para que el atacante iniciase su mortal danza. En las ruinas todavía existían numerosos demonios, de apariencia de una mujer de 18 años que te hacia señas para que fueses con ella. Si el incauto caía en la trampa, rápidamente descubría el grotesco rostro del demonio, cuya descomunal boca se abalanzaba sobre él, devorando su cuerpo en pocos segundos. Lo poco que tarda un demonio en engullir un humano es de las pocas cosas que de ser vistas, puede quitarte el estreñimiento durante varios meses. Volviendo al tema inicial, sentía la presencia del demonio en mis cercanías, exactamente detrás de una gran roca justo a mi derecha. El modo de lidiar con estos inoportunos residía únicamente en ignorarles, ya que el demonio solo puede alimentarse de tu carne si le abres tu alma. Hasta entonces conservara su artificial cara. No obstante, es importante no realizar ningún movimiento busco, ya que acompañando a los demonios suelen haber siempre una jauría de perros infernales que, aunque ciegos, poseían un oído decente. Comencé a andar lentamente hacia una explanada que se abría más adelante, con tan buena suerte que el olor a carne podrida despisto a mis seguidores. Este olor es común augurio de la proximidad de un ogro, el cual no te suele molestar si no invades su territorio. Comencé a aligerar mi marcha para evitar encontrarme con el indeseable gigante, y rápidamente llegue hasta mi objetivo. Seguidamente, busqué un lugar elevado como un árbol para pasar la creciente noche. Encontré uno ideal muy poco visible, por lo cual era idóneo. Preparé la cama en una rama, y comprobé por última vez que no hubiese vecinos. Antes de acostarme, recordé lo que dijo mi abuelo: “este mundo no acoge a los débiles”, y pensé que tenía razón.

Diego Rodríguez, 4º ESO

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