Personas sin hogar

QUIZÁ
Caminé despacio y lento cruzando la plaza. Tenía frío y hambre. Metí mis congeladas manos en los agujereados bolsillos. Imaginé la suerte que tenía aquel niño con un caro abrigo y una hermosa bufanda, tocado con un bonito gorro rojo. Me imaginé (solo imaginé) alguno de mis hijos vestidos con aquello, y pensé que ellos se merecían más. También pensé en sus caras de felicidad, en sus muescas cuando se hacían caca en sus rotos y muy usados pañales. Miré y vi que el pequeñín bien abrigado había entrado en aquella chocolatería que tan bien olía a churro y con la que tantas veces había soñado. Me apresuré porque aquel día había sido muy bueno en la fábrica de pasta de dientes y quería anunciarlo a mi esposa y a mis hijos. ¡A lo mejor me ascendían! Quizá algún día podríamos comprar un coche, una casa, y quizá mis aplicados hijos ganarán mucho dinero. Quizá.
Gabriel Pérez Miranda (1º ESO)

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