Los siete pecados: la avaricia, por Diego Rodríguez

YO EN MI TORRE DE MARFIL

-Aquí tienes tu paga- dijo al final del día mi madre, ofreciéndome en metálico aquellos preciados 15 euros.

En aquel momento era rico según mi perspectiva. Pero lo mejor estaba por llegar. Lo que yo  no sabía era que un pariente perdido de Arabia Saudí, poseedor de una empresa petrolera, me había estado mandando montones considerables de dinero en momentos importantes, como la primera comunión. Al final, terminó generándose una pequeña riqueza a mi nombre en la oficina de correos. No podía creer mi suerte. El haber conseguido aquella cantidad de dinero me permitía hacer muchísimas cosas, que antes solo podría soñar.

Todo cambio muchísimo, pero si algo se puede decir que cambio de raíz, fue mi relación con mis compañeros del colegio. Después de que se extendiera la noticia de que era rico, todo el mundo corrió a intentar ser mi amigo. Por fin era popular, después de todos esos años de no aceptación social. Pero cada amistad que se abría me ponía paranoico. Sentía que cuando me invitaban a sus casas lo hacían para secuestrarme y cobrar mi fortuna. O que se querían acercar a mí para robar mi Iphone 6.


Gradualmente fui dejando de lado todo contacto social con gente de mi edad, de mis profesores e incluso de mis familiares. Decidí escapar de una sociedad tan retorcida desde mi punto de vista. Por ello, comencé la construcción con mis increíbles fondos de una torre de marfil en medio del desierto, donde estaría rodeado para siempre de mi querido dinero.

Diego Rodríguez, 4º ESO.

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